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2009 julio
Ya llevamos unos meses rodeados de
crisis, en realidad una mezcla nada natural de despropósitos. Son muchas y
diversas las crisis que rodean la economía global, todas ellas trenzadas por
una economía nada orgullosa de su propio nombre.
Me centraré en la crisis llamada "hipotecas basura", nombre poco afortunado
y muy alejado de la realidad dado que el problema no son las hipotecas sino
la especulación que la rodea y sobre todo la transformación financiera de
esta deuda en productos financieros de rentabilidad alta y con imagen de
poco o ningún riesgo, estamos hablando de centenares de miles de millones de
dólares y euros año tras año transformados en productos financieros.
Este tipo de transformación de riesgo inmobiliario en título de bolsa,
introducido recientemente sobre todo en EUA y la UE, es el origen de ésta
crisis a la que me refiero y se consigue vendiendo la deuda, el riesgo, de
los créditos hipotecarios a entidades que convierten un conjunto de deuda en
productos titulizados en bolsa, de manera que se pueden vender y comprar.
Con este tipo de operaciones las entidades financieras se liberan
contablemente de la deuda y por lo tanto de riesgo, ahorrándose de hacer las
provisiones de cobertura de la deuda que el banco emisor les reclama, un
porcentaje sobre la deuda.
No hace falta decir que estos títulos han estado durante años en el mercado,
cada año más títulos y por más importe, hasta que el mercado se ha saturado
por su gran volumen o agravado por el impacto de otras crisis.
Las entidades financieras más afectadas no han podido hacer frente al pago
de los títulos vencidos o a punto de vencer y la burbuja se ha desinflado a
gran velocidad. El miedo y la falta de liquidez ha bloqueado el mercado
financiero y consigue tambalear toda la economía, ayudado por el precio del
petróleo y por el hecho de que los deseosos de ganancias más seguras se han
lanzado a comprar cosechas de alimentos y otros productos a futuro con más
tranquilidad y margen de beneficio.
Dada la situación de caída en picado de la economía o el riesgo de que así
sea, especialmente los gobiernos de EUA y la UE y sus bancos centrales, días
atrás abanderados del libre comercio, han inyectado dinero público,
centenares de miles de millones de dólares y euros en el mercado, a fin de
que grandes firmas financieras puedan hacer frente al vencimiento de la
deuda que tienen con los compradores de sus títulos e incorporar liquidez de
efectivo en el mercado financiero. Todo muy rebuscado y retorcido pero con
ganancias enormes para los ingenieros de este mecanismo y algunos virtuosos
más.
Naturalmente toda esta deuda la pagaremos entre todos con los impuestos, la
deuda será a costa de todos. Bien de todos exactamente no, ha habido los
listillos que han ganado mucho dinero con el negocio de la vivienda, las
hipotecas y sus productos financieros. Ya lo dice más de uno que en tiempo
de crisis es tiempo de oportunidades.
Sea como sea, día tras día, grandes expertos continúan mareando la perdiz
con el tema de la crisis, sin poner el dedo en la llaga, donde duele, y es
con diferencia en el gran agujero existente en el control de algunos
productos financieros, como por ejemplo el explicado anteriormente,
productos financieros que se venden en todos los mercados del mundo, así
como la permisibilidad legal y operativa de las operaciones especulativas en
todos los mercados, donde públicamente se las reverencia por sus conquistas,
sus grandes éxitos, que corresponden a pérdidas para otros.
No hace falta decir que con dinero público no se puede tapar los agujeros
dejados por la codicia y la mala gestión, menos aún si los precios se
mantienen altos a fin de que los que quieren todavía sacar más negocio lo
puedan continuar haciendo a costa del empuje del dinero público y el juego
que pueden provocar los grandes capitales y sus gestores.
Sin duda hace falta un marco regulador más sensato, coherente y justo, que
permita la operativa financiera y que también la penalice cuando haga falta
con la misma agilidad, sin permitir la especulación en ningún mercado
financiero, monetario o de materias primas. Y ya puestos a introducir
criterios éticos, ya es hora de aplicar una pequeña tasa o impuesto con
destino a
Naciones Unidas en todas las operaciones de estos mercados como medida de
recordatorio de las dificultades provocadas por la codicia y también del
deseo de aplicar medidas permanentes y garantizadas de redistribución de la
riqueza.
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